lunes, 3 de octubre de 2011

Yo, Vampiro


 No es fácil ser un vampiro. Nunca lo ha sido y nunca lo será, menos aún cuando eres búlgaro y tus orificios nasales se unen en un sólo agujero en el maldito centro de la nariz, o casi peor, uno de esos polacos que de repente se levantan de la tumba y se ponen a comer kilos y kilos de pescado como si no hubiese un mañana.
 Cierto es que hemos vivido tiempos realmente duros, antes de que el pensamiento Ilustrado debilitase finalmente la fuerza de las supersticiones en la vida cotidiana y la literatura y el cine, maravillosas artes ambas, relegasen nuestra existencia a la pura ficción, la gente tenía costumbres realmente desagradables para evitar que te levantases de la tumba. Volviendo a lo horribles que pueden llegar a ser los búlgaros, no es que tenga nada en su contra, pero es que realmente se pasaban, tenían la malsana costumbre de cortarte extremedidades o los tendones de los pies para que no pudieses salir de tu bien cavada tumba o, si lo conseguías, que anduvieses lisiado por el resto de tus días. No menos bárbara era la costumbre de los gitanos de clavarte agujas de acero en el corazón y rodear tu sepulcro de plantas espinosas. Aunque conste que la manía de los griegos de bañarte en agua hirviendo para después incinerarte tampoco se queda atrás en salvajismo, y especial mención merece el delicioso sadismo de los alemanes que se te venían encima para clavarte una estaca en la boca.
 Además de todo lo mencionado anteriormente, está la fragilidad e ignorancia de los propios seres humanos, un buen ejemplo de la primera es la crisis alimentaria que desató la Peste Negra que asoló Europa, todos sufrimos bastante en aquellos años, y de la segunda sólo tengo que recordar aquella pequeña villa española en la que me asenté y que tuve que abandonar durante siglos, sí, amigos míos, siglos, por culpa de los sabuesos de la Inquisición y su paranoia religiosa.
 Hoy en día, sin embargo, tampoco tenemos las cosas mucho mejor. Por desgracia, el ser humano es un animal más bien simple, y cuando le coge miedo a algo que no podía entender en el pasado, aún teniendo explicaciones lógicas, factibles y perfectamente razonables en la mano, prefiere volver a pasar miedo y pensar que todo lo que sabe no deben de ser más que mentiras en favor de cuentos de viejas. Por supuesto, no es nuestro caso, los vampiros existimos, pero ya va siendo hora de que se pierda ese extraño interés en nosotros y se nos ponga a la altura de, qué se yo, los hombres lobo, que hace tiempo que nadie los busca.
 Por otro lado, y esto es culpa de la televisión y de los libros, todo sea dicho, los humanos tenéis la cabeza llena de pájaros y pensáis que cuando se es un vampiro todo son ventajas. Los cuentos de la literatura romántica os tienen sorbido el seso y se nota. Que si amores más allá del tiempo, que si cuerpos bellos y perfectos, la consabida inmortalidad, poderes sobrenaturales, elegancia felina y un sinfín de estupideces más que no puedo mencionar por que, la verdad, me da vergüenza. La última ocurrencia que habéis tenido es tan ridícula que casi me da asco pensar en ella. Para empezar, sí, inmortalidad, está muy bien decirlo así, pero, ¿a que nunca os habíais parado a pensar en un número inagotable de años teniendo que dormir en un ataúd, levantándoos al anochecer sólo para ir a buscar algo que echaros a la boca y después volver al mismo cajón, si es que queda un cajón al que volver y no un montón de madera podrida que cada vez que te estiras se te clava en todas partes hasta que acabas durmiendo contra la jodida tierra que se vuelve barro cuando llueve y cosas aún peores, a que no? Pues bien, eso, personalmente, tampoco me lo esperaba, pero es lo que hay. Poderes sobrenaturales, bueno, pues también está muy bien llamarle así a que tus huesos se vuelvan de una materia parecida a la gelatina y poder pasar por agujeros pequeños, pero para los que no somos polacos, más que un poder sobrenatural nos parece un estrago no atajado de la descomposición o algo semejante, y a lo de la lengua puntiaguda mejor no darle nombre. No es que seamos más rápidos, es que vosotros os tropezáis con vuestros propios pies al andar, tampoco es que seamos mucho más fuertes, es que un poco de ejercicio, así por lo general, no os vendría nada mal. Ni magia, ni transformaciones, ni nada que se le parezca, lo más, colmillos, por fortuna habéis acertado en algo y tenemos colmillos para poder romper la piel, llegar a los vasos sanguíneos y beber. En ocasiones he podido ver alguna película a través de la ventana de alguna casa y reírme sólo con los vampiros que muerden cuellos y no se manchan, realidades en las que las personas tienen graves problemas de exceso de hierro en la sangre y ésta debe brotar como si fuese chocolate, quedando todo limpio y reluciente como si hubiese pasado un simple mosquito ya que no se desperdicia ni una gota. También es verdad, por extraño que os parezca, que podemos tener sexo y hasta hijos, pero, en fin, yo no es que haya sido alguna vez el típico Adonis y eso que he vivido bajo la tiranía de varios cánones de belleza, que yo recuerde, los cadáveres hinchados y llenos de sangre, flacuchos cuando ésta se va escurriendo por la boca y otros orificios, no voy a entrar en más detalles, pálidos, con las uñas largas y llenas de suciedad y el pelo en unas condiciones similares (¿recordáis lo de dormir en el ataúd y toda esa mierda?, pues eso), no atrae ni a los hombres ni a las mujeres y, sinceramente, no creo poder hacerme cargo de un hijo en mi estado.
 Hablando de todo un poco, me gustaría añadir que el ajo, por lo menos en mi opinión, es un alimento muy saludable, ni me asquea, ni me derrito cuando lo toco, ni tampoco exploto, no me miréis así que son ideas vuestras, no me invento nada. La religión... cuando llevas un día muerto y levantas la cabeza por primera vez, lo que es la concepción de Dios y esas cosas, como que pierden todo su significado y te lo trae un poco al pairo. Las corrientes de agua pues, además de estar bien para sacarte un poco la porquería que acumulas, eran un lugar estupendo para encontrar a algún incauto a primeras horas de la noche, pero después contaminasteis los ríos y os cargasteis el invento. Si, tengo sombra, sí, también me reflejo en los espejos, aunque preferiría no hacerlo, la verdad.
 Lo más seguro es que a estas alturas os preguntéis por qué volvemos a la vida o quién fue el primero. A la primera pregunta sólo puedo decir que a mí me dieron una estupenda sepultura, siguiendo todos y cada uno de los ritos funerarios adecuados; muertes prematuras, considero que lo son todas; no era ni el séptimo ni el duodécimo de mis hermanos, todos ellos varones; ninguna marca extraña que me acompañe a día de hoy, ni siquiera nací en Sábado Santo o con la cabeza envuelta en parte de la placenta, mucho menos tragarme algo de ella, tampoco creo que me hayan maldecido por haber sido mala persona. A mí me mordieron y me desangraron hasta la muerte, concretamente, lo hizo el panadero, al que había mordido y desangrado su mujer, a la que había mordido y desangrado un vampiro que estaba de paso buscando una nueva tumba en la que quedarse. Un desastre, un soberano desastre. A la segunda pregunta he de decir que no lo sé ni sé si hay alguien que lo sepa, si lo hubo, creo a pies juntillas que ya no se encuentra entre nosotros, lo habréis matado en uno de vuestros raptos genocidas.
 A lo que viene todo esto, lo que llevo intentando decir todo este tiempo es que ser vampiro, de verdad, es una pesadilla, un aburrimiento, una maldición de marca mayor que no le deseo ni a mi peor enemigo. No os esforcéis tanto en querer alcanzar la vida eterna, por favor, y disfrutad de la que ya tenéis, por que, en mi experiencia, las alternativas son bastante, bastante malas.
Por lo demás, con que os olvidéis de nosotros, basta. Que tengáis buena noche y arropaos bien, me gusta veros bien empaquetados y listos para destapar y morder, llamadme exquisito.



Ah!, una cosa más, no sé por qué os sorprendéis tanto, hace mucho que nosotros sabemos lo que le pasaba por la cabeza a los de las sotanas. Allá atrás los sacerdotes hacían cabalgar a muchachos vírgenes sobre caballos vírgenes por los cementerios en busca de vampiros. Era una excusa muy pobre, igual que la de tener monaguillos, pero no pretendo juzgar a nadie y además es otra historia.


1 comentario:

  1. Sigues siendo increíble, me lo he pasado genial leyendo esto! El último párrafo es la leche jajajajaja (ya todos lo sabíamos, no sé a qué viene tanto revuelo... xDDD)

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