No es fácil ser un vampiro. Nunca lo
ha sido y nunca lo será, menos aún cuando eres búlgaro y tus
orificios nasales se unen en un sólo agujero en el maldito centro de
la nariz, o casi peor, uno de esos polacos que de repente se levantan
de la tumba y se ponen a comer kilos y kilos de pescado como si no
hubiese un mañana.
Cierto es que hemos vivido tiempos
realmente duros, antes de que el pensamiento Ilustrado debilitase finalmente la fuerza de las supersticiones en la vida cotidiana y la literatura y el cine,
maravillosas artes ambas, relegasen nuestra existencia a la pura
ficción, la gente tenía costumbres realmente desagradables para evitar que te levantases de la tumba. Volviendo a lo horribles que pueden
llegar a ser los búlgaros, no es que tenga nada en su contra, pero
es que realmente se pasaban, tenían la malsana costumbre de cortarte
extremedidades o los tendones de los pies para que no pudieses salir
de tu bien cavada tumba o, si lo conseguías, que anduvieses lisiado
por el resto de tus días. No menos bárbara era la costumbre de los
gitanos de clavarte agujas de acero en el corazón y rodear tu
sepulcro de plantas espinosas. Aunque conste que la manía de los
griegos de bañarte en agua hirviendo para después incinerarte
tampoco se queda atrás en salvajismo, y especial mención merece el delicioso sadismo de los alemanes que se te venían encima para clavarte una estaca en la boca.
Además de todo lo mencionado anteriormente, está la
fragilidad e ignorancia de los propios seres humanos, un buen ejemplo
de la primera es la crisis alimentaria que desató la Peste Negra que
asoló Europa, todos sufrimos bastante en aquellos años, y de la
segunda sólo tengo que recordar aquella pequeña villa española en
la que me asenté y que tuve que abandonar durante siglos, sí,
amigos míos, siglos, por culpa de los sabuesos de la Inquisición y su
paranoia religiosa.
Hoy en día, sin embargo, tampoco
tenemos las cosas mucho mejor. Por desgracia, el ser humano es un
animal más bien simple, y cuando le coge miedo a algo que no podía
entender en el pasado, aún teniendo explicaciones lógicas,
factibles y perfectamente razonables en la mano, prefiere volver a
pasar miedo y pensar que todo lo que sabe no deben de ser más que
mentiras en favor de cuentos de viejas. Por supuesto, no es nuestro
caso, los vampiros existimos, pero ya va siendo hora de que se pierda
ese extraño interés en nosotros y se nos ponga a la altura de, qué
se yo, los hombres lobo, que hace tiempo que nadie los busca.
Por otro lado, y esto es culpa de la
televisión y de los libros, todo sea dicho, los humanos tenéis la
cabeza llena de pájaros y pensáis que cuando se es un vampiro todo
son ventajas. Los cuentos de la literatura romántica os tienen
sorbido el seso y se nota. Que si amores más allá del tiempo, que si cuerpos bellos
y perfectos, la consabida inmortalidad, poderes sobrenaturales,
elegancia felina y un sinfín de estupideces más que no puedo
mencionar por que, la verdad, me da vergüenza. La última ocurrencia
que habéis tenido es tan ridícula que casi me da asco pensar en
ella. Para empezar, sí, inmortalidad, está muy bien decirlo así,
pero, ¿a que nunca os habíais parado a pensar en un número
inagotable de años teniendo que dormir en un ataúd, levantándoos
al anochecer sólo para ir a buscar algo que echaros a la boca y
después volver al mismo cajón, si es que queda un cajón al que
volver y no un montón de madera podrida que cada vez que te estiras
se te clava en todas partes hasta que acabas durmiendo contra la
jodida tierra que se vuelve barro cuando llueve y cosas aún peores,
a que no? Pues bien, eso, personalmente, tampoco me lo esperaba, pero
es lo que hay. Poderes sobrenaturales, bueno, pues también está muy
bien llamarle así a que tus huesos se vuelvan de una materia
parecida a la gelatina y poder pasar por agujeros pequeños, pero
para los que no somos polacos, más que un poder sobrenatural nos
parece un estrago no atajado de la descomposición o algo semejante, y a lo de la lengua puntiaguda mejor no darle nombre. No
es que seamos más rápidos, es que vosotros os tropezáis con
vuestros propios pies al andar, tampoco es que seamos mucho más
fuertes, es que un poco de ejercicio, así por lo general, no os
vendría nada mal. Ni magia, ni transformaciones, ni nada que se le
parezca, lo más, colmillos, por fortuna habéis acertado en algo y
tenemos colmillos para poder romper la piel, llegar a los vasos
sanguíneos y beber. En ocasiones he podido ver alguna película a
través de la ventana de alguna casa y reírme sólo con los vampiros
que muerden cuellos y no se manchan, realidades en las que las personas tienen graves problemas de exceso de hierro en la sangre y ésta debe brotar como si fuese chocolate, quedando todo limpio y reluciente
como si hubiese pasado un simple mosquito ya que no se desperdicia ni una gota. También es verdad, por extraño que
os parezca, que podemos tener sexo y hasta hijos, pero, en fin, yo no es
que haya sido alguna vez el típico Adonis y eso que he vivido bajo la tiranía de varios cánones de belleza, que yo recuerde, los cadáveres hinchados
y llenos de sangre, flacuchos cuando ésta se va escurriendo por la
boca y otros orificios, no voy a entrar en más detalles, pálidos, con
las uñas largas y llenas de suciedad y el pelo en unas condiciones
similares (¿recordáis lo de dormir en el ataúd y toda esa mierda?,
pues eso), no atrae ni a los hombres ni a las mujeres y, sinceramente, no creo poder hacerme cargo de un hijo en mi estado.
Hablando de todo un poco, me gustaría
añadir que el ajo, por lo menos en mi opinión, es un
alimento muy saludable, ni me asquea, ni me derrito cuando lo toco,
ni tampoco exploto, no me miréis así que son ideas vuestras, no me invento nada. La
religión... cuando llevas un día muerto y levantas la cabeza por
primera vez, lo que es la concepción de Dios y esas cosas, como que
pierden todo su significado y te lo trae un poco al pairo. Las corrientes de agua pues, además de
estar bien para sacarte un poco la porquería que acumulas, eran un
lugar estupendo para encontrar a algún incauto a primeras horas de
la noche, pero después contaminasteis los ríos y os cargasteis el
invento. Si, tengo sombra, sí, también me reflejo en los espejos, aunque preferiría no hacerlo, la verdad.
Lo más seguro es que a estas alturas os preguntéis por qué volvemos a la vida o quién fue el primero. A la
primera pregunta sólo puedo decir que a mí me dieron una estupenda
sepultura, siguiendo todos y cada uno de los ritos funerarios
adecuados; muertes prematuras, considero que lo son todas; no era ni
el séptimo ni el duodécimo de mis hermanos, todos ellos varones;
ninguna marca extraña que me acompañe a día de hoy, ni siquiera
nací en Sábado Santo o con la cabeza envuelta en parte de la
placenta, mucho menos tragarme algo de ella, tampoco creo que me
hayan maldecido por haber sido mala persona. A mí me mordieron y me
desangraron hasta la muerte, concretamente, lo hizo el panadero, al
que había mordido y desangrado su mujer, a la que había mordido y
desangrado un vampiro que estaba de paso buscando una nueva tumba en
la que quedarse. Un desastre, un soberano desastre. A la segunda
pregunta he de decir que no lo sé ni sé si hay alguien que lo sepa,
si lo hubo, creo a pies juntillas que ya no se encuentra entre
nosotros, lo habréis matado en uno de vuestros raptos genocidas.
A lo que viene todo esto, lo que llevo intentando decir todo este tiempo es que ser
vampiro, de verdad, es una pesadilla, un aburrimiento, una maldición
de marca mayor que no le deseo ni a mi peor enemigo. No os esforcéis
tanto en querer alcanzar la vida eterna, por favor, y disfrutad de la
que ya tenéis, por que, en mi experiencia, las alternativas son
bastante, bastante malas.
Por lo demás, con que os olvidéis de
nosotros, basta. Que tengáis buena noche y arropaos bien, me gusta
veros bien empaquetados y listos para destapar y morder, llamadme
exquisito.
Ah!, una cosa más, no sé por qué os
sorprendéis tanto, hace mucho que nosotros sabemos lo que le pasaba
por la cabeza a los de las sotanas. Allá atrás los sacerdotes
hacían cabalgar a muchachos vírgenes sobre caballos vírgenes por
los cementerios en busca de vampiros. Era una excusa muy pobre, igual
que la de tener monaguillos, pero no pretendo juzgar a nadie y además
es otra historia.
Sigues siendo increíble, me lo he pasado genial leyendo esto! El último párrafo es la leche jajajajaja (ya todos lo sabíamos, no sé a qué viene tanto revuelo... xDDD)
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