jueves, 16 de septiembre de 2010

El reproche

La mujer se arrodilló en un rincón, al lado de la chimenea, y observó los rescoldos humeantes que dejó el fuego. Empezó a soplar sobre las cenizas aún rojas hasta que prendieron de nuevo. Una llama radiante iluminó por fin sus pálidas mejillas y pareció embellecer aquellos ojos oscuros que una vez fueron hermosos. Lentamente, arrastrando los pies, se acercó al polvoriento tocadiscos. Con cuidado situó la aguja en el borde del vinilo y Léo Ferré empezó a cantar “La Transformación del Vampiro” de Baudelaire. Escuchó extasiada durante unos segundos, se giró y fue hacia el sillón con iguales fatigas. Se sentó con grandes dificultades, torciéndose su cara de dolor, suspirando ruidosamente al descansar la espalda. La anciana miró entonces un retrato, casi tan viejo como ella, que le devolvía la mirada desde la chimenea y, mientras Ferré y el piano comenzaban con la segunda parte del poema, dijo:
- Nunca debiste apartarte de mí aquella noche en París, Charles.

4 comentarios:

  1. Se ve que a Charles le gustaba la poesia...

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  2. :D
    ¡Me encanta!
    Una lectora exigente te pide una segunda parte. Venga venga venga venga

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  3. Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

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  4. Para nada, la suerte ha sido mia. Después de todo, si no te hubieses implicado ese pequeño tributo no existiría.

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